Los vecinos del Corral del Conde os desean feliz entrada en el 2008!!!!
Desde los inicios del Imperio Romano, enero estaba dedicado al dios bifronte Janus, que mira delante y detrás: al año que se va y al principio del que viene, por eso le representaban con dos rostros, uno barbudo y viejo y el otro jovencito. Los romanos invitaban a comer a los amigos y se intercambiaban miel con dátiles e higos para que pasase el sabor de las cosas y que el año que empezase fuese dulce. Esta vieja costumbre romana fue poco a poco entrando en Europa, donde con la misma finalidad venturosa comenzaron a ofrecerse lentejas, de las que se dice que propician la prosperidad economica del año que empieza. En la Edad Media la Iglesia trato de oponerse a las viejas costumbres, pero no consiguio extirpar la atmosfera disipada de, la noche de San Silvestre, que se mantuvo como la ultima isla pagana de las doce noches navideñas (las comprendidas entre la Navidad y la Epifanía), que la Iglesia consideraba como periodo de renovacion para mejorar el año venidero. La tradicion de tomar las doce uvas -tambien llamadas las uvas de la suerte- el 31 de diciembre a media noche se remonta tan solo a principios de nuestro siglo, sobre el año 1909. La implantacion de esta costumbre, que por cierto es exclusiva de nuestro país, no se debe a motivos religiosos o culturales, sino más bien a meros intereses economicos. En la Nochevieja de 1909, los cosecheros, en un esfuerzo desesperado de imaginacion, consiguieron desembarazarse del excedente de aquella temporada inventando el rito de tomar las uvas de la suerte en la ultima noche del año. En algunas zonas de la Comunidad Valenciana, se empieza a sustituir las uvas por gajos de mandarina o de naranja, por ser un producto muy identificado con la tierra.
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